sábado, 8 de noviembre de 2014 | By: Paco Lainez

Danzarina



Recuerdo cuando danzabas
mientras llovía a cántaros,
parecía venirse abajo el cielo
los relámpagos recreaban
un juego de claroscuros,
mientras la noche lóbrega
quedaba solo iluminada
por las luminarias callejeras.
Entre tanto, seria, ejecutabas
únicamente para mí,
la música con un sonido tenue
mas bien intuida que sonora:




El lago de los cisnes,
una coreografía de piruetas
que a mi me parecían, saltos,
contorsiones imposibles,
que frágil te podías romper
como un juguete de cristal,
exhibiéndote infatigable,
alada como una mariposa.
Nunca me dejaste acercarme
hasta que al fin exhausta
venias a caer en mis brazos,




y yo, estoico, paciente
esperando que extenuada
resbalasen sobre mi piel
los mares salobres de tu piel.
Y allí mismo infatigables
nos enredábamos sin tregua
con el deseo clamando,
en un ultimo movimiento
de danza sobre mi cuerpo
de esa pieza mágica, única
que el tiempo nos enseñó
a interpretar fundidos.